UN CONCIERTO SIN ESCENARIO NI ROLES
El sueño de los elefantes: Un espectáculo con los ojos cerrados
Las puertas del Centro Argentino de Teatro Ciego, ubicado en Zelaya 3006 (Abasto), abrieron a las 16 horas del 23 de mayo. Una hora más tarde, los treinta espectadores se amontonaron en la pequeña recepción para aislarse de la lluvia y consumir las galletitas y el té que acercaban los artistas. La merienda se realiza antes de cada show para intentar vincular socialmente a un público que va a formar parte de un sueño colectivo.
Entrada del Centro Argentino de Teatro Ciego
A las cinco y treinta se apagaron las luces. En ese momento, el teléfono del vestíbulo comenzó a sonar. Para sorpresa de todos, no se trataba del comienzo de la función, sino de un rezagado que preguntaba si quedaban disponibles algunas localidades (35 pesos las anticipadas y 40 pesos en las boleterías). Damián Fanucci, el encargado del recinto, contestó que estaba todo agotado y le solicitó al público que se quitara los zapatos para entrar en la sala principal.
Todos se unieron a sus acompañantes para poder entrar en conjunto. Paco Cabral, uno de los seis músicos, entregó un antifaz por persona e invitó a armar filas de cuatro integrantes. De esta manera, con los ojos totalmente tapados, las hileras entraron al salón aferrándose unos a otros por los hombros. Quince minutos tardaron los seis músicos para ayudar a todos a recostarse boca arriba en las colchonetas.
Colchonetas
Una leve música comenzó a sonar. Un palo de lluvia se acopló al sonido de una cascada. Los artistas balbuceaban frases inconexas y, a medida que el tiempo pasaba, los ruidos y los olores se intensificaban. Una fragancia cítrica se combinó con un ruido metálico de lo que podría haber sido un triángulo. De pronto, se oyó una discusión entre un chico y su madre porque el pequeño no quería bañarse. A medida que el conflicto se agravaba, la música entraba en un compás frenético. Cada espectador interpretaba la acción como le parecía. Santiago Del Giudice, de 21 años se imaginó un niño de 10 años con pelo de color rojizo y muchas pecas en la cara. Sin embargo, Dolores Prea fantaseó con un enano de edad adulta que volvía a la niñez para pelear con su madre.
Cuando el sentido de la visión no está presente, no queda otro remedio que darle valor y significado a la realidad por medio del uso del olfato, el tacto y la audición. Por eso mismo, cada uno obtiene una verdad distinta, pero igualmente válida. No obstante, así como en una película uno intuye cuando aparece el clímax y en el momento que está por terminar, en este caso el sonido y el olor nos pautan el ritmo.
Salón principal
Luego de una hora y media de concierto, se indicó que era el momento para quitarse el antifaz. En ese instante, el público pudo observar realmente cómo era el salón donde habían pasado los últimos noventa minutos. Patricia Dameno, que ya había asistido a otra obra, aseveró: “Se te despiertan todos los sentidos. Los que generalmente no usas en la vida cotidiana. Al principio tenés miedo, pero después es espectacular.”
Diez minutos fueron los que tardó el público presente en evacuar la sala. En ese transcurso de tiempo, la mayoría intercambió palabras con los músicos que se mostraban abiertos al diálogo. Alejo Duek, uno de los compositores, manifestó que el grupo se había conocido en el conservatorio Manuel de Falla hace un año y medio y que poco a poco habían transformado una idea de concierto a ciegas en realidad.
Todos los presentes coincidían en la majestuosidad de la voz de Josefina Casco. Nicolás Fenzel, un joven de 25 años, expresaba su perplejidad al comprobar que la única voz femenina era la de Josefina: “Hubiese apostado que eran por lo menos tres mujeres cantando”
Eran las siete y treinta y la recepción recibía al auditorio de la siguiente obra. La lluvia se había convertido en tormenta. El rumor que corría entre los presentes era que la ciudad estaba inundada otra vez. Empero, todos se retiraron del teatro sin la menor queja al respecto. Quizás se debió a la tranquilidad y a la paz interior que sus rostros no pudieron disimular.
Cómo llegar
Psicoanálisis del sueño
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